martes, 29 de noviembre de 2011

CUENTAME ALGO... AUNQUE SEA MENTIRA

Esta tarde cogí el coche para ir al supermercado y, cuando iba a dejar las bolsas en el maletero, me encontré un muerto con tres tiros en la frente.
Aunque yo no lo había matado, el maletero sí que estaba a mi nombre así que la principal sospechosa del asesinato no podía ser otra persona.
Suerte que he visto muchas películas de gangsters y sabía qué hacer en estos casos.
Arranqué y me dirigí al bosque con el cadáver.
El coche olía mal y a mi me molestaba mucho todo eso porque el día anterior me había pasado tres horas limpiando la tapicería y sacando todos los pelos y olor de mi perro. Y ahora un muerto y sangre. Defnitivamente ese no era un buen día. Encima empezaba a llover.
Lo peor fue sacar al muerto del maletero. Primero porque pesaba mucho. No. Más.
Pesaba muchísimo. Y lo segundo porque era un muerto desconocido. Quiero decir que si fuera un muerto que uno conoce pues lo agarraría con más gusto, pero un muerto anónimo es otra cosa. Es como que te manche de mocos tu hijo o el hijo de otro.
Saqué el muerto con mucho esfuerzo y ... ¡mierda! ... ¿De dónde saco yo una pala para cavar el hoyo?
Pero de pronto el supuesto muerto se levantó, se sacudió la chaqueta y se fue.
Yo le dije: ¡Eh tú! ¿No estabas muerto?
Nada... ni una palabra.
Sonaba un móvil dentro del coche. No era mi móvil, tenía otro tono.
Dejó de sonar.
Tenía que haberlo cogido.
Volvió a sonar.
Cinco latidos por un tono de móvil.
Podía ser que si contestaba por fin sabría qué signifcaba todo aquello. Pero también era posible que me cargaran a mí con el crimen.
¿Pero qué crimen?. Si el muerto se había ido.
Y entonces ¿Por qué coño olía todo el coche a muerto?.
Empezaba a dolerme el estómago. Creo que tenía hambre.
Descolgué el móvil.
No dije nada.
Escuché una voz.
Era hombre, de mediana edad, fumador de habanos (lo sé porque mi padre también lo era).
La voz dijo: A las once en punto
Y colgó.
Eso no era una información muy útil.
¿A las once qué?.
¿A las once dónde?.
¿A las once para qué?.
Cada vez se complicaba más todo. Yo sólo quería irme a mi casa y recalentarme el sofrito con macarrones. Mmmmm... macarrones.
Abrí el maletero. Volvía a estar el muerto. Lo miré. Seguía teniendo los tres tiros en la frente. Los ojos, como canicas, parecían mirar a un horizonte inexistente.
Vestido de traje azul, estrecho de hombros una o dos tallas. Con corbata negra muy fina, zapatos algo puntiagudos.
No aparentaba que llevase tanto tiempo muerto si es que realmente lo estaba.
Le pregunté: “¿Estás muerto de verdad?”.
No respondió.
Debajo de la capa de costra creada por la sangre se insinuaba un rostro de cierta
belleza.
Angulos fnos, algo señoriales. Propios de un " Mr. Woodanford".
Pero seguramente se apellidaría Fernández o algo parecido.
No hay Woodanford por esta zona, pensé.
Bueno, este muerto me está dando mucho trabajo. Ahora hay que volver a sacarlo del maletero.
Casi vuelvo a cometer el mismo error, pero un retazo de astucia me llevó a acordarme de la pala. Menos mal.
Cerré el maletero y conduje a casa de mi vecino y casero que sabía que tenía las
herramientas.
¿Hará falta cortarle los miembros?
Así no tendré que cavar tanto, pensé.
Sí, creo que tiene motosierra.
Lo mas difícil era pensar una excusa. ¿Para qué quiero una pala y una motosierra una noche de lluvia a las 9 y 30?.
En la radio sonaba Bob Dylan.
Por un momento odié a Bob Dylan.
Odié a todas las personas que no llevaban muertos en su maletero.
Y a todos los maleteros.
Y al muerto del mío.
Llegué a casa de mi vecino, tiene una hija pequeña y le estaba dando de cenar.
La niña tenía el pijamita y las comisuras de los labios manchados de comida. A mí me producía asco.
Me saludó. Yo me apresuré a decir que no tenía mucho tiempo.
"Necesito una motosierra y una pala, se ha caído un árbol en el camino y no puedo pasar con el coche."
Eso excusaba la necesidad de la motosierra. Pero ¿Y la pala?. Espero no se de cuenta.
Fue al garaje y me trajo lo que pedía. Se ofreció a ayudarme. Se quejó del olor.
Me despedí y salí cerrándole la puerta a una pregunta.
Bien, ya tengo pala y motosierra ahora ya no habrá nada que me impida comerme mis macarrones.
Sonreí. No mucho. Sólo con la parte izquierda de la boca.
Me gustaba. Ya era un poco como esos gangsters.
Llegué al mismo lugar, el lugar perfecto. Saqué la pala y la motosierra. Abrí el maletero. No había muerto.
¡Hijo de puta del muerto este! ¡Me está puteando!.
Pensé: Macarrones...
Volví a meterme en el coche para conducir a casa. Seguía lloviendo. Bob Dylan cantando.
El olor. Los macarrones.
Y todos los pensamientos se me tropezaban, como la ropa interior en la secadora.
No pude frenar a tiempo.
Sólo alcancé a ver esas facciones de apellido inglés. El traje apretado en los hombros.
Nada más. Siempre llego tarde.
Salí del coche.
Otra vez muerto.
Mierda... he matado al muerto. Al fnal lo he hecho.
Me metí en el coche.
Eran las once en punto.

lunes, 28 de noviembre de 2011

ASFALTO

Era Martes, no, no era Martes, mejor Miércoles, pero en realidad no importa. Lo que importa es que hacía frío y él llevaba una bufanda de cuadros.
Y eso importa porque cuando hacía frío se acordaba de ella.
Quizás fuera porque el veinticuatro de Diciembre que le regaló la bufanda él esperaba con contenida ilusión un GPS. O quizás fuera porque cuando hace frío uno siempre quiere calentarse. Pero el caso es que se acordaba de ella.
Esto no sucedía tan a menudo. Además de los festivos y algunos Lunes que era el día que ella preparaba tarta de manzana. No había vuelto a comer manzanas. Y no porque le provocaran nostalgias ni nada de eso. Simplemente nunca le habían gustado y, por pura condescendencia de lunes, no decía nada. Sólo probaba un pedazo que siempre quedaba mordisqueado en el plato.
Ahora iba al café a jugar su partida de dominó. Yo, la verdad, nunca he jugado al dominó, así que no podré profundizar en el tema.
La estrategia del juego poco importa. Lo que importa es su falta de estrategia, porque perdió. Salió derrotado del café. Con los hombros curvados.
Dejó el dominó. También dejó el café.
Volvió a caminar. Caminar en el asfalto. Eso le aliviaba.
La ciudad crujía a cada paso y él se sentía como más alto. Hasta grande se creyó algún día.
Sí, fue ese día. Era Marzo, o Abril, no sé. Pero no hacía frío y no llevaba la bufanda de cuadros.
Fue ese día que se creyó grande, cuando la explosión del gasoil en el cilindro de los camiones resonaba en sus suelas. Y fue esa sensación de grandeza lo que le salvó.
A penas un segundo donde su coronilla chocó contra un techo inexistente. Entonces pensó " Ya está " " No hay nada más elevado" " O si lo hay yo no lo voy a alcanzar".
Y no lo alcanzó. Pero se quedó a la altura suficiente como para poder ir sumando los días a los días.

sábado, 15 de octubre de 2011

DESPUES DEL MAR

Desnudos, en la playa, después de 43 años casados.
Él le pone una mano en la pierna. Ella mira lejos, al mar, o después del mar. Ese espacio confuso donde todo está por decidir.
Ahora casi todas sus decisiones habían sido tomadas. Y estas le habían llevado a estar hoy día 16 de Agosto del 2011 con él en la playa.
Él tiene la curvatura de la boca hacia el suelo. Sus decisiones habían hecho descender la comisura de sus labios hasta formar una arco de medio punto.
Él le tocaba la rodilla pero ella no lo miraba. Como ya he dicho miraba después del mar.
Ella quería que la cocina hubiese sido amarilla. A él le daba igual. Pero ella interpretó su indiferencia como una negación del amarillo y la cocina acabó siendo verde.
Un verde condescendiente. Un verde que a nadie agradaba por completo pero tampoco desagradaba.
Antes de venir a la playa ella metió algo de fruta en una cesta y las sobras de la cena en un taper.
Él guardó el móvil en una bolsa plástica con cierre de zip.
Ahora él le toca la espalda mientras ella lee un mensaje encerrado en ese plástico hermético y ríe.
Llevo una media hora observándolos y es la primera vez que la veo reír.
Entonces pienso en cuánto tiempo llevaría yo sin sonreír y , por las dudas, sonrío.
Sonrío porque no me gusta pensar eso de que llevo mucho tiempo sin sonreír. Sonrío sin ganas, sólo como un ejercicio de labios. Para que mi boca no acabe formando un arco de medio punto como la de él. Para que mis comisuras se eleven.

martes, 13 de septiembre de 2011

8:00 am

Tininini Tininini... Se abre un ojo. El otro. Mierda. Es tarde. Ducha. Tostadas. Se cae una. Mantequilla peluda. Tostada en boca cierro la puerta. Arranco el coche. Queda poca gasolina. ¿Me da para llegar a la estación? Sí. No. Sí. No. Sí. Llegué. Subo al tren. Tropiezo con una señora que lleva muchas bolsas. Parece Portuguesa. Será por eso que le digo "obrigado". ¿Por qué dije eso? Encuentro un sitio libre. Me dejo caer. En frente tengo un hombre viejito. Podría tener 150 años. Sus ojos me hablan de algo harto conocido. Entonces recuerdo... recuerdo cuando fui vieja.

martes, 22 de febrero de 2011

EL SOFA

Se fue. ¿Por qué?. Con las manos en los bolsillos se fue. No lo sé, Al por qué me refiero.
Que se fue lo sé. De eso no hay ninguna duda. Ojalá pudiera dudar de eso, pero no se duda de lo evidente.
Luego lo busqué. Seguía en los cajones, en la nevera, en la sartén. Sin embargo no estaba allí, aunque yo lo intuyese mirándome.
Conseguí que volviera a recoger sus cosas, pero no sirvió de mucho porque se volvió a ir. Ya no llevaba las manos en los bolsillos. Tenía que sujetar las maletas.
Así que se fue dos veces. Una con bolsillos y otra con maletas.
Hubiera querido sufrir una vez más. Una tercera nueva forma de irse.
Pero él ya no quiso.
Me parece razonable, uno no se va tres veces.
Entonces yo dejé de sentarme en el sofá.
Y no era que me recordase a él, ya que él tampoco le daba uso. Quizás fuera por eso. Por su ausencia . El sofá se volvió ausente. Ausente de mí, ausente de él.
Mi casa se redujo a la cocina y al dormitorio.
Cebollas, Fairy y almohadas. Una existencia simple. Con la llaneza de un no-sofá.
Ahora comprendo su trascendencia.
Empecé a comprenderla tiempo después.
Lo entedí entonces como un purgatorio. Un lugar de tránsito entre mis dos necesidades vitales más primarias. Comer y dormir.
Y todo en mí comenzó a adquirir una especie de sentido sofacístico.
Allí se realizaban las actividades sublimes.
Lo cubrí con una tela roja, para darle más importancia.
En él se bebían vinos con denominación de origen. En él se hablaba de Modigliani, de Schopenhauer  . Hasta de Dios. Dios nació en mi sofá. Empecé a ser creyente ya que pude aceptar la existencia de alguien que hubiera permitido un mundo con dichos objetos tan necesarios.
Luego sentí su soledad. O la mía. O las dos.
El sofá no es por sí mismo. Es para ser sentados.
Me recuesto en un dos plazas, miro a un lado y pienso " ¿Por qué? "

miércoles, 30 de junio de 2010

EL RECORRIDO DE UNA LINEA

Al mirarla,sus ojos no pueden dejar de detenerse en ese surco de su mejilla que dibujaron las desdichas del tiempo ya desde aquella temprana infancia de tejados taciturnos.
Al mirarla,esa línea temblorosa que parte del lagrimal va descendiendo por su rostro y es ahí donde se confunde con los otros pliegues que forman sierras, mesetas y demás accidentes geográficos.
Fusionándose se torna río que por su cuello baja en catarata para acabar desembocando en un océano de leche.
El ombligo lo atrae hacia sí como un desagüe y allí se detiene unos instantes antes de perderse en su vello.
De todo el torrente que era, apenas un débil hilo de líquido confuso alcanza a llegar al muslo y , deslizándose por la pantorrilla, finaliza su recorrido.
Al mirarla, ve sus pies sumergidos en un charco.

martes, 29 de junio de 2010

APENAS EL MAR

Apenas el mar, solamente un puñado de viento, dentro de un ojo, incrustado en
un cuerpo. El mirar vaporoso. Sal en las paredes, lengua, cejas... se hundió el
horizonte.
¿Mar, viento, ojo, cuerpo?¿Cuerpo, mar , ojo, viento?¿Viento, cuerpo, ojo, mar? Cuántas permutaciones posibles, mutaciones imposibles. 

Prendida en la solapa la decadencia. Tiempos gloriosos guardados en cajas de zapatos...ahora veo la niebla caer por mis hombros y mi cabello huele a azul mojado, como aquel verano... 

Todo el agua no me cabe en la vista... cuarenta y cinco grados a estribor mueren mis ayeres. Y tú sales vestida de blanco,como una eterna mañana...
Y tú sales vestida de blanco con la lujuria en los bolsillos. Apártate de mi
ventana, no dejas navegar mis ojos, me haces recordar....
En la memoria han construido un edificio nuevo,7 pisos, todo oficinas. Ventanilla
448, funcionarios sonríen, deniegan mis peticiones de recuerdos del 85.
Con el olvido en los zapatos, arrastro los cordones … Buenos días mi Capitán.
Apenas el mar, solamente un puñado de viento, dentro de un ojo, incrustado en un cuerpo.